viernes, 22 de mayo de 2009

Y a mitad del camino...

“Eres mi pana, pero este es mi trabajo, así que hoy mueres”. Esas fueron las palabras de uno de los miembros de “los cachorros”, el día en que Pastor Benavides, después de su mejor juego de cuarenta, lanzara su carta final. Ese día Pastor, salió muy temprano de su casa, se despidió de su esposa con un beso en la frente, mientras ella dormía; probablemente pasaba por uno de sus acostumbrados sueños de la madrugada. En pueblos como este, es muy acostumbrado salir de casa a mitad de la madrugada para poder encontrar buenos productos en el mercado. Así “Tocarro” como lo llamaban en el pueblo, salió de su casa antes de que amaneciera sin pensar lo que se le avenía. Camino al mercado se encontró con su grupo de guitarreadas y serenatas, en una de las tienditas del barrio. Se sentó para hacerles compañía por un rato, mientras ellos terminaban una de las cuantas botellas de alcohol que habían bebido a lo largo de la noche. Jugando cuarenta, se la pasó alrededor de una hora conversando con sus amigos; aún no daban las cinco de la mañana. “Pégate un trago compadre”, le dijo uno de sus amigos y compañeros de guitarreadas, a lo que él respondió con uno de los únicos gestos aceptados cuando no se quiere beber: “la venia”. Pasaron los minutos y todo se daba con calma. “Treinta y ocho que no juega” exclamó uno de los participantes del cuarenta. El juego estaba a punto de acabarse. Era el turno de Tocarro para darle fin al juego. De repente se escuchó un carro a lo lejos, parecía que huía de algo por la prisa que llevaba. Ya todos sabían que ese carro pertenecía a los cachorros, puesto que el único Ford Explorer verde deteriorado del pueblo, era el de ellos. Todos pensaron que había problemas, pero nunca supieron que los problemas iban en busca de guitarreadas. Frenaron “a raya” frente a la tiendita, se bajaron dos de los cinco que estaban en el carro. Uno apuntó al compañero de juego de Tocarro, mientras el otro apuntaba al primero que intente hacer el mínimo movimiento. El compañero de Tocarro era el trabajo de la noche. Tocarro por considerarse “amigo” o por lo menos “conocido” (lo que hasta ese día garantizaba protección de la pandilla), intentó levantarse mientras se dirigía a “gatuzo”, uno de los miembros de la pandilla: “Oye gatuzo, deja a mi compadre tranquilo que él no te ha hecho nada”. Nada fue suficiente para evitar dos lamentables muertes aquella madrugada de Abril del 2007.

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